viernes, 4 de octubre de 2019

Albalate del Arzobispo (Teruel) Aragón


Iglesia de la Asunción


Santuario de la Virgen de Arcos






















Escudo cuadrilongo de base circular. Partido, primero de azur, un báculo de oro mirando al exterior brochante a vuelo de plata y surmontando de una mitra arzobispal de oro; segundo de gules, un león de oro, portando una flor de lis de oro en su mano derecha. Timbrado de corona real cerrada.
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El arte rupestre en la localidad se halla representado por dos abrigos situados en un cortado sobre el río Martín, denominados «Los Estrechos» y «Los Chaparros». El primero contiene veinticinco figuras en rojo y negro, de carácter esquemático y subnaturalista, destacando una figura femenina con el sexo marcado y la cabeza radiada. El segundo muestra sesenta figuras distribuidas en tres grupos, unas de arte levantino clásico y otras de estilo subnaturalista. Dentro del conjunto, sobresale un grupo de figuras esquemáticas en rojo claro, formado por seis individuos cogidos de la mano en actitud de danza.

Del Neolítico existen numerosos yacimientos, como los de el Olivar de Macipe, la Cueva Negra, la Caraza, la Tarranclera, el Subidor y la Senda de la Algecira. El Olivar de Macipe es una cueva sepulcral excavada en la roca con forma rectangular, que acogía dos esqueletos humanos, cerámica, un hacha pulimentada y una punta de flecha. El Subidor es también una cueva sepulcral, en la cual se hallaron dos cráneos completos así como otros huesos humanos. Ambos yacimientos se encuentran en el Barranco de la Hoz, cercano a la población.

Hay notable abundancia de restos romanos en el término minicipal. Así, son frecuentes las cerámicas campanienses de la época republicana. La propia villa encierra restos de sus viejas murallas. El yacimiento ciudadano queda delimitado por Cabezo Cantalobos, San José, Cerro de las Abejas y el río Martín. Parece que existieron varios columbarios, reutilizados luego, en lo alto del Cabezo Cantalobos, donde debió haber una necrópolis.

La reconquista de la localidad fue llevada a cabo por Ramón Berenguer IV, quien en 1149 donó la villa y el castillo de Albalate al obispo Bernardo de Zaragoza. A partir de ese momento y durante más de seis siglos, Albalate estuvo incorporada a la mitra zaragozana. En 1205, Pedro II concedió mercado semanal. Los dominios de Albalate fueron ampliándose en época medieval, llegando a estar formados por Albalate, Andorra, Almochuel, Arcos —hoy desaparecido—, Ariño y El Cardadal. En 1318 la villa empezó a ser conocida como Albalate del Arzobispo y comenzó a edificarse el castillo gótico que luego se convertiría en residencia arzobispal y almacén. Debió de ser un núcleo importante en la zona, como lo pone de manifiesto la existencia de una judería.

El 21 de marzo de 1836, las fuerzas carlistas de Cabrera unidas a las de Quílez sostuvieron en las inmediaciones de Albalate una escaramuza con las tropas gubernamentales del coronel Churruca. En el transcurso de esta Primera Guerra Carlista, la villa fue hostigada en repetidas ocasiones por los seguidores del Pretendiente.6​Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España de 1845, refiere que Albalate «cuenta con 926 casas, en lo general de dos pisos y con pocas comodidades; pero hay bastantes de regular construcción y buena distribución interior; forman varias calles y tres plazas, estas capaces y de agradable aspecto, y aquellas angostas y mal empedradas». Menciona la existencia de hasta 80 masías y parideras en su término municipal, así como de «canteras muy abundantes de piedras jaspes de diferentes colores»

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