Épila es un municipio de la comarca de Valdejalón en la provincia de Zaragoza. Población: 4447 hab. en 2022
Sarcófago de Don Lope Ximenez de Urrea, en la Iglesia de Santa María la Mayo
Palacio de los Condes de ArandaESCUDO DE EPILA
Escudo partido en pal: en el primer cuartel de azur hay en jefe tres flores de lis en oro y debajo una pila bautismal también de oro sostenida por dos leones del mismo metal; en el segundo cuartel bandado en azur y plata, atributos heráldicos peculiares de la familia Urrea.
Épila es un municipio de la comarca de Valdejalón en la provincia de Zaragoza.
Épila es un municipio de la comarca de Valdejalón en la provincia de Zaragoza.
Evolución de la población desde 1900 hasta 2022 | |||
Año | Hombres | Mujeres | Total |
2022 | 2.287 | 2.160 | 4.447 |
2021 | 2.258 | 2.110 | 4.368 |
2020 | 2.277 | 2.095 | 4.372 |
2019 | 2.282 | 2.104 | 4.386 |
2018 | 2.277 | 2.125 | 4.402 |
2017 | 2.285 | 2.128 | 4.413 |
2016 | 2.322 | 2.130 | 4.452 |
2015 | 2.379 | 2.166 | 4.545 |
2014 | 2.421 | 2.172 | 4.593 |
2013 | 2.511 | 2.223 | 4.734 |
2012 | 2.537 | 2.209 | 4.746 |
2011 | 2.531 | 2.189 | 4.720 |
2010 | 2.548 | 2.217 | 4.765 |
2009 | 2.502 | 2.189 | 4.691 |
2008 | 2.488 | 2.194 | 4.682 |
2007 | 2.246 | 2.005 | 4.251 |
2006 | 2.179 | 2.005 | 4.184 |
2005 | 2.187 | 1.977 | 4.164 |
2004 | 2.148 | 1.941 | 4.089 |
2003 | 2.130 | 1.920 | 4.050 |
2002 | 2.103 | 1.945 | 4.048 |
2001 | 2.064 | 1.955 | 4.019 |
2000 | 2.042 | 1.929 | 3.971 |
1999 | 2.042 | 1.900 | 3.942 |
1998 | 2.045 | 1.914 | 3.959 |
1996 | 2.024 | 1.933 | 3.957 |
1995 | 2.059 | 1.919 | 3.978 |
1994 | 2.002 | 1.909 | 3.911 |
1993 | 2.000 | 1.922 | 3.922 |
1992 | 1.968 | 1.899 | 3.867 |
1991 | 1.920 | 1.896 | 3.816 |
1990 | 1.908 | 1.862 | 3.770 |
1989 | 1.909 | 1.853 | 3.762 |
1988 | 1.924 | 1.869 | 3.793 |
1987 | 1.915 | 1.881 | 3.796 |
1986 | 1.902 | 1.887 | 3.789 |
1981 | 0 | 0 | 3.829 |
1970 | 0 | 0 | 3.893 |
1960 | 0 | 0 | 5.072 |
1950 | 0 | 0 | 5.416 |
1940 | 0 | 0 | 5.696 |
1930 | 0 | 0 | 5.680 |
1920 | 0 | 0 | 5.447 |
1910 | 0 | 0 | 4.899 |
1900 | 0 | 0 | 3.669 |
Historia
Según las excavaciones arqueológicas, el primer asentamiento humano se localizó en el Cabezo de Ballesteros, dentro del casco urbano actual y los yacimientos datan de los siglos viii-vii antes de Cristo. Según los historiadores, Épila era una población celtíbera llamada en esa época Bis polis, en el año 748 a. C. Para luego convertirse en tiempos de los romanos en Segontia, Segonia como otras ciudades peninsulares con el mismo nombre, aludiendo a ser la segunda ciudad Itinerario Antonino A-25, de Caesaraugusta (Zaragoza) a Augusta Emerita (Mérida), o posiblemente Ispalis. De esta época data el puente viejo sobre el Jalón. Una de las hipótesis es que era la antigua Segontia, ciudad celtíbera situada en los alrededores de Calatorao, que consta en el itinerario de Antonino, escritor romano que describió los pueblos y las calzadas romanas de Hispania. Ricla y Calatorao, pueblos vecinos de Épila, figuran también en el itinerario.
Algunos mantienen que los celtíberos fundaron Segontia en el año 748 a. C. Según Pascual Madoz, político y erudito del siglo xix, el nombre de Segontia, interpretado en latín como “Secunda” o “segunda”, habría sido traducido al griego como “Byspolis”, o “segunda ciudad”. Este último parece que es el nombre que Plinio el Viejo daba a la población, aunque ya en su forma derivada de “Ispalis”, que pudo ser el origen de “Épila” (Es posible que “Segontia” venga de la raíz indoeuropea “Sieg”, significando victoria).
Origen de pertenencia al Condado de Aranda
Tras la conquista de los godos que se apoderaron de Épila hacia el 473 d. C., se produjo la de los musulmanes y Épila fue ocupada hacia el año 714 sin dificultad. Más tarde los musulmanes construyeron el castillo (siglo XI).
El rey Alfonso I de Aragón, "el Batallador", reconquistó Épila en 1119, manteniendo a la población musulmana, a los que se dio un año para que abandonasen el interior del recinto amurallado y se constituyesen en comunidades en barrios extramuros y salvo la vivienda conservaron todo su patrimonio, heredades, religión y derechos. En 1294 Jaime II de Aragón vendió Épila y su castillo al noble Artal de Alagón.
Después de la reconquista de Épila, la villa fue entregada a López Garcés Pelegrín. El 21 de julio de 1348 tuvo lugar una batalla entre los partidarios de la unión aragonesa y el rey Pedro IV de Aragón, ganando este. En 1366 Pedro IV cedió Épila y Rueda (Vizcondado de Rueda) a Francisco de Perellós que le había ayudado a vencer a Pedro I de Castilla. En 1389 y 1391 Ramón de Perellós consiguió del rey Juan I los privilegios de pontazgo y de mercado. De modo que Épila después de realengo (propiedad real) hasta 1376, se convirtió al cederla con su castillo y el de Rueda a Francisco de Perellos, vizconde de Rueda, en parte de este condado.
En 1393 los Perellós la vendieron a Lope Ximénez de Urrea y a partir de este momento se inició la construcción del palacio cuyos muros de la pared oeste formaron parte de la muralla. Pero al tomar posesión de la ciudad, ambos juraron defender sus privilegios y proteger a sus vecinos como si estuviesen bajo la jurisdicción real. Otro Lope Ximénez de Urrea es nombrado Conde de Aranda en 1483. Durante siglos la localidad perteneció a la familia de los condes de Aranda.
En 1570 Juan Jiménez de Urrea y Juan Enríquez fundaron en Épila el tercer convento agustino de Aragón, llamado de San Sebastián, que estaba al suroeste de la villa cerca de la ermita de San Lázaro, en un barrio llamado todavía barrio de los Agustinos. Los frailes tomaron posesión del convento en 1573. También fundaron, en un anejo del convento, una escuela para niños pobres, donde se enseñaba la gramática latina. Se mantenía con sus propias rentas procedentes de la cesión por los Condes de Aranda de una propiedad a la que llamaron “La Viña del Señor”, que hoy es la finca de La Viñaza, de los condes del mismo nombre.
Después de la Guerra de Sucesión Felipe V concedió a Épila un escudo de armas con el privilegio de denominarse “villa” y el tratamiento de “fidelísima”. Por su conducta de fidelidad al rey en tan delicada situación monárquica.
Sucesos acaecidos en Épila con importancia para el Reino
Nacimiento de un rey y muerte de una dinastía
En Épila nació en 1358 el rey Juan I de Castilla. Hijo del conde de Trastámara, don Enrique (futuro rey Enrique II de Castilla) y de doña Juana Manuel. Como agradecimiento al pueblo y su lealtad a la corona, le dotó del rango de Excelentísima y Fidelísima Villa de Épila.
D. Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda, murió el 9 de enero de 1798, en el palacio de esta localidad donde residió los últimos años de su vida y dejó sin descendencia la saga familiar, que sin heredero masculino pasó a formar parte por matrimonio de su sobrina de la casa de Híjar, desapareciendo como tal el título de Conde de Aranda, al englobarse dentro del nuevo título.
Repercusión de la Alteraciones de Aragón
En 1591 durante las llamadas Alteraciones de Aragón, el justicia de Aragón Juan de Lanuza, (El Mozo) se refugió en Épila, donde vivía su madre, bajo el amparo del conde de Aranda y el duque de Villahermosa. Basándose en los fueros aragoneses, había protegido al antiguo secretario de estado Antonio Pérez de la persecución del rey Felipe II de España, quien acusaba a Antonio Pérez del asesinato de Juan Escobedo, secretario de la Real Hacienda y secretario de su hermanastro encargado de la defensa de Flandes, don Juan de Austria. Ante la lentitud de la justicia Aragonesa y las trabas judiciales, el rey dispuso la formación de un ejército con la excusa de una incursión a Francia. Pero que antes pondría paz en su territorio, pues estaba de camino a la empresa. El día 1 de noviembre el Justicia, Juan de Lanuza V, y los diputados convocaron a las universidades, pueblos y ciudades de Aragón para que el día 5 enviaran a Zaragoza contingentes militares dispuestos para la guerra. Se intentó aunar en la causa a valencianos y catalanes, pero mientras los primeros se excusaron, los catalanes solo se comprometieron en hacer de mediadores ante el rey. También se pronunciaron en contra de ayudar a los resistentes aragoneses, las ciudades de Tortosa y Lérida. Del mismo modo, se escribió a Felipe II para informarle del caso pidiéndole que mandase detener el ejército por las graves consecuencias que esto tendría para el Reino quien, según el lugarteniente general, podría llegar a reunir 24 000 hombres para repeler la invasión.
Pero la angustiosa solicitud no encontró mejor respuesta entre las poblaciones regnícolas. Tan solo Jaca, Daroca, Caspe, Teruel, Bielsa, Puértolas y el Valle de Gistain, prometieron enviar la ayuda requerida, el resto negaron su apoyo al Justicia a concurrir a la resistencia y en tales términos lo comunicaron a Felipe. Tampoco los grandes nobles acudieron a la llamada del Justicia.
El ejército de Alonso de Vargas, general del ejército de su Majestad cruzaba la raya aragonesa el 8 de noviembre y, sin resistencia alguna, el 12 entraba en Zaragoza. Atrás quedaban la huida de Antonio Pérez hacia Francia y la del Conde de Aranda y el Duque de Villahermosa hacia Épila, villa a la que se unirían después el Justicia y don Juan de Luna, en vista de la escasa confianza depositada en las fuerzas forales. La defección de los mandos regnícolas dio con la desbandada de las tropas en Utebo. Ocupada Zaragoza y en contra de la opinión de Vargas, el rey desató una represión con el objeto de castigar de forma ejemplar a los amotinados. Los mismos diputados de Cataluña pidieron clemencia al rey a la hora de la represión solicitando "...intercedir per los qui contra son real servey". De poco sirvieron las súplicas puesto que el 18 de diciembre llegaron, secretamente, los despachos del rey a Vargas: debía prender y ejecutar al Justicia y enviar presos a Castilla al Duque de Villahermosa y al Conde de Aranda. La sentencia se ejecutó dos días después y el 21 de diciembre.
Nunca quedó claro si el asesinato se había cometido a instancias del propio Felipe II o si realmente Antonio Pérez estaba implicado en el asesinato. Pérez, el “monstruo de la fortuna”, logró escapar a Francia, donde murió en París. Por el contrario, Juan de Lanuza acabó siendo decapitado en la plaza del Mercado de Zaragoza.
Huelga y asesinato de obreros de la Azucarera en 1931
Este periodo de la historia española convulso y tenso. Preámbulo de la guerra civil,3 campo de experimento de la segunda guerra mundial. Tuvo una desgraciada huella en la localidad y como tal ha pasado a la historia general española. Tiempos difíciles y convulsos estos del 31. Se habían perdido las colonias, luchado en cruenta guerra africana para el ego militar, un golpe de Estado, una huida del rey y una república mal gestionada dentro del tumulto de rencores y enviadas que se estaban enfrentando con matones mercenarios a sueldo del mejor postor y el pueblo cada vez más empobrecido y brutalizado. En esta escalada de violencia con tan triste final. Uno de los sucesos que más marco a esa sociedad y más enalteció a todas las partes fueron los Sucesos de Castilblanco. Donde una turba de jornaleros apalearon, torturaron y mutilaron a unos guardia civiles que quisieron disolver la concentración. Fue tal la conmoción que en la sociedad causó. Que se llegó a igualar el asesinato con los cometidos contra la tropa en la cruenta guerra africana. El fatal desenlace de los pobres guardias con el desenlace de la sentencia del juicio, en el que exoneraba a los asesinos con la excusa de la opresión de los caciques a los jornaleros que hizo estallar contra los guardias que iban a terminar con la protesta. Causó en el cuerpo una sed de venganza que se cobro en otras manifestaciones de este tipo.
Así en Épila, el sábado 2 de enero de 1931 los obreros de la azucarera se declararon en huelga para exigir que se contratara preferentemente a los censados en ese término municipal, siendo apoyados por los jornaleros de la localidad, que ese día no salieron a trabajar al campo y cerraron algunos establecimientos. Al día siguiente, domingo 3 de enero, se reunieron en la plaza del pueblo unas quinientas personas. La Guardia Civil intervino y para despejar la plaza disparó y asesinó a dos personas e hirió a varias más. Aunque el triste final de esta cruel venganza terminó con los sucesos de Arnedo que terminó por preparar los ánimos de los obreros para la lucha armada.
Batallas en Épila
En 1348, los nobles formaron la Liga de La Unión para defender los privilegios de esta facción contra Pedro IV el Ceremonioso. Los dos ejércitos se enfrentaron en Épila, el día 21 de julio y los realistas, bajo el mando del Infante don Pedro de Aragón, derrotaron a La Unión. El rey abolió los fueros y ordenó quemar los registros que contenían las actas de las Cortes de Aragón, razón por la que solo se conservan las que son posteriores a 1348. Además los cabecillas de la unión, como consecuencia de esta derrota, perdieron su vida en la horca en un monte de la localidad de Épila, en que desde entonces se le denomina así y sus privilegios.
Guerra de Independencia
Artículo principal: Batalla de Épila (1808)
Al comienzo de la Guerra de la Independencia, fue en Épila donde las tropas del pueblo españolas se enfrentaron a las de Napoleón, cuando las primeras se estaban empezando a organizar.
El 23 de junio de 1808 una unidad del ejército española al mando del general Francisco de Palafox con parte formado en Calatayud, se propuso marchar de Buenavista a Épila y de allí a Zaragoza. Para cortar la comunicaciones del enemigo entre Madrid y Zaragoza durante el primer sitio de Zaragoza. Además de proteger los molinos de pólvora de la localidad epilense, con el salitre de unos arroyos que atraviesan a esta y en relación directa como proveedores de materia prima con las reales fábricas de pólvora negra de Villafeliche. Importante detalle a tener en cuenta para la supervivencia para los franceses, también. Se trataba de una fuerza de 2235 hombres más los oficiales y 363 caballos. Fueron por las hermanicas de Rueda (hoy en ruinas), que se encuentran a unos pocos kilómetros al norte de Épila. Las tropas francesas, bajo el mando de François-Joseph Lefebvre, abrieron el fuego en el camino de Zaragoza el 23 de junio de 1808 a las 21 horas.
Los franceses entraron en Épila el 24 de junio por la mañana. El pueblo estaba casi desierto, aunque permanecían en él, el cura párroco, Don Domingo Marqueta, algunos paisanos y niños, y los enfermos del hospital. El pueblo fue saqueado, el cura asesinado y más de 36 personas degolladas. Sin embargo, las tropas francesas respetaron al cirujano y a los enfermos del hospital. Al día siguiente el repique de las campanas anunció la partida de los franceses y los epilenses regresaron a sus domicilios.
En la guerra de la Independencia, en 1808 los franceses mandados por el General Lefebvre derrotaron al General Palafox que tuvo que salir hacia Calatayud, en esta guerra se destruyeron archivos y quemaron edificios, imágenes, libros y legajos. También hubo batallas en las guerras carlistas, en las cuales se quemaron y destruyeron edificios.
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